domingo, 11 de enero de 2015

Marisol Díaz, una cantante de jazz en quechua

Nacida en las minas de Cochabamba, Marisol Díaz, una cantante de jazz en quechua, de 45 años, creció “entre las montañas, muy cerca de las estrellas, entre todas las deidades que adoran los mineros como el Tío, la Pachamama, y también entre la vida y la muerte al tener una familia minera”.

A sus seis años fue llevada a la ciudad para ingresar a la escuela, algo que le resultó muy traumático porque nunca pudo adaptarse a las urbes. Proveniente de una familia quechua, Díaz heredó la cosmovisión de comunicarse con la naturaleza a través de la música, capacidad que según ella tienen todas las mujeres de las comunidades de Bolivia.

“Esta forma de leer el mundo a través de un universo musical heredado se complementa con mis vivencias en Europa”, explica la cantante.

Durante sus viajes —que han sido también una búsqueda para curarse del desarraigo—, esta autodidacta supo absorber melodías, ritmos y tiempos musicales que trajo a Bolivia en un aguayo de nuevas armonías.

Su primer acercamiento a la música fue a través de dos estadounidenses que llegaron a Bolivia, Jack Herranen y Tony Parker, con quienes después conformó el grupo Kumana y grabó el disco Runa Blues.

“Con ellos aprendí el blues y el gospel, que junto al huayño y otros ritmos tradicionales de Bolivia formaron parte del disco, donde melodías del norte y del sur se encuentran para hacer un puente con las luchas de los pueblos”, señala.

A este diálogo de sonidos que se abren para su lucha, se suma también la actitud rebelde frente a ese rol de mujer sumisa que le imponía una sociedad patriarcal.

Es así que durante la Guerra del Agua en 2000 conoce a las Imillas, un colectivo de mujeres, con quienes tiene diferentes proyectos. “Fue gracias a ellas que he reforzado la idea de recuperar el quechua”.

Con la producción de Álvaro Montenegro, director de El Parafonista, presentará su disco Yapuna en febrero junto a la agrupación Aymuray de la que forma parte.

“Yapuna es un ritual que consiste en preparar el tiempo de siembra dialogando con las nubes, con el agua, con el sol para saber cuál es el mejor producto para la siembra. Para mí, significa labrar el canto”.

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